TENEMOS VIDA INTERIOR

Pocas veces, hombres y mujeres, nos ponemos a pensar que tenemos una “vida interior”.

Al hombre no le basta con nacer, crecer, reproducirse y morir. Para lo anterior tenemos, más o menos clase, el funcionamiento de todos los órganos y sistemas que forman nuestro cuerpo.

Pero nuestra vida se mueve por algo más que reacciones orgánicas sin nuestra voluntad. El hombre es más que eso para alcanzar su autorrealización.

Conocimiento, razón, voluntad, felicidad, fines, medios, libertad, bien, amor, ser espiritual, ser temporal y trascendencia. Son algunos de los elementos más importantes de nuestra otra vida: la vida interior.

Por el conocimiento, el hombre inicia la búsqueda de la verdad hacia la cual habrá de dirigir sus pasos, moderando desde la razón, la fuerza de sus instintos.

Es la voluntad, función espiritual, que con la razón refleja el querer y el hacer de nuestra conducta buscando el bien, que es base de nuestra felicidad.

Cuando el hombre establece los fines de lo que quiere ser, y los medios que mejor convengan para lograrlo, lo hace en un clima de libertad que lo lleva a hacer lo que debe.

El hombre muere porque es un ser temporal. Pero también es un ser espiritual, el espíritu no muere. Lo que lo hace trascender en el tiempo.

La trascendencia es lo no presente, la realidad que está más allá de nuestros ojos, al otro lado del horizonte.

Estamos clavados en el ajetreo exterior del día a día, buscando una vida apetecible y disfrutable, ser estimados y reconocidos, con una buena base económica y prestigio; pero…
No olvidemos nuestra vida interior.