Lo superfluo y lo necesario

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El hombre, que no sólo es espíritu, tiene una natural tendencia hacia lo material.
El materialismo del siglo XXI tiene un nombre: consumo. Y pareciera que lo nuestro ya no es tanto tener sino consumir. Nos hemos vuelto especialistas en crearnos necesidades precisamente para satisfacerlas.

¿Cuáles son las necesidades verdaderas y cuáles las superfluas? Todos tenemos un criterio para distinguir lo que es superfluo de lo que no lo es, pero fácilmente nos confundimos ante el ambiente que nos rodea.
El que muchas personas usen o tengan las cosas no es signo de su necesidad, y sin embargo, no podemos vivir sin aquello que otros tienen. Lo que no necesitamos se vuelve nocivo. Y no porque tal bien sea o no malo, sino porque no aporta nada al ser de la persona.
¿Cuáles son los bienes que le dan al hombre estatura espiritual y cuales lo demeritan?
Aristóteles nos da una pista: “Son bienes necesarios y convenientes aquellos que hacen asequible al hombre el ejercicio de la virtud”.
Ejercitar la virtud significa fuerza, valor, e integridad de ánimo para obrar el bien. Y los bienes convenientes no nos nublan la razón y la voluntad esclavizándonos ante los placeres pasajeros, propios del mundo de lo superfluo.
Después del consumo de lo que es vital, cuidemos que el gasto no se oponga a tu crecimiento como persona; no comprometa tu estabilidad económica; y no trasmita a tu familia falsa abundancia, o despilfarro estéril.