Ser padre y madre posibilitan el don de la vida. Es un acto de amor, de trabajo, de educación, enseñanza y ayuda.
El mundo orientado por la tecnología, la informática, nuevos valores y modos de vida propuestos por la sociedad global, son un reto actual al proceso educativo.
La paternidad no es virtual, se realiza al interior del hogar en el “cara a cara” con los hijos. La transmisión de valores no es delegable a la tecnología.
El padre no es, ni proveedor que satisface todas las demandas y caprichos de los hijos, ni un buen amigo más, sino, un ser que orienta a los hijos para encontrarlo mejor de sí mismos, sus necesidades reales, sus fortalezas.
A través de su propia conducta, el padre debe proyectarse ante los hijos como una persona competente, persuasiva y coherente.
La autoridad paterna debe tener la capacidad de ser: Autoritaria, Permisiva y Democrática, según las circunstancias lo requieran.
Sin olvidar que, la capacidad que no debe agotarse en el proceso educativo de los hijos es: el amor.